domingo, 18 de septiembre de 2016

Tres puntos suspensivos que encierran un mundo.

"Para ser solo tres, hay que ver todo lo que encierran unos puntos suspensivos...". (Voy A Llamar A Las Cosas Por Tu Nombre)

Tres puntos, tres pausas, miles de pensamientos. 

Escribo un punto. Y me paro. Y pienso: quizá es mejor así. Un fin rápido. Doloroso, puede, pero a fin de cuentas algo rápido y sencillo. Un punto final. De esos de los que habla Sabina cuando la pasión se acaba, cuando no hay nada que venga detrás. Un punto que anuncia el principio del fin. Pero suspiro, tiemblo, reflexiono y sigo sin saber qué hacer. ¿Y si aún no ha acabado? ¿Y si queda mucho por hacer? Volvemos a los condicionales de las cosas que nunca son sencillas, a ese mundo confundido por tanta pasión y tanto cariño, a esos secretos bien guardados a lo largo de tantos años.
Escribo otro punto. Dos. Ahora sí que es confuso. Qué raro. Ni un fin ni un principio. Ni si quiera algo intermedio. Más bien algo que falla. Igual que falla esa conversación, igual que fallo yo, igual que fallas tú. Igual que fallamos nosotros juntos. Como todo lo que no hicimos bien. 
Escribo otro punto. Y decido cargar todo ese peso sobre el tiempo. Que sea él el que elija. Que sea él el que cargue con la culpa y la responsabilidad. Lo dejo en el aire, lo dejo a medias. Sin saber qué más decir, dejándolo todo en manos del otro, arriesgándome a que piense algo que yo en verdad no hago, dando lugar a más dudas. Así de confusos son los tres puntos suspensivos. Uno por cada oportunidad que tuvimos. Y como fueron tres, en vez de una, seguimos a la deriva. Sin habernos despedido del todo pero sin saber empezar de nuevo. Todo a medias. 

Es curioso ver cómo tantísimas veces nos refugiamos en los signos de puntuación, esperando que eso sea suficiente. Y es que a veces tres puntos suspensivos guardan más cosas dentro que cualquier baúl lleno de recuerdos. 



...

domingo, 28 de agosto de 2016

Quiero verte. Carta de nadie.

"Quiero verte. Me da igual el momento. Lo dejo a tu elección. No me importa si es mañana o si tiene que ser dentro de unos meses, pero quiero verte. Sé que no te fías de mí. Sé que crees que te haré daño, que curaré tu corazón para destrozarlo de nuevo. Lo sé. Y sé que no vas a confiar en mí. Al menos no hasta dentro de mucho tiempo. Y me jode. Pero también lo entiendo. Y aun así quiero que me dejes intentarlo, porque no hay nada que desee tanto como verte. Sé que no soy lo que tú quieres. Ni mucho menos lo que te mereces. Soy un puto desastre. Joder, lo sé. Lo soy. Algunas malas compañías y demasiados malos hábitos. No tengo mucho que ofrecerte más allá de mi cuerpo, mi voz y mi tiempo. Pero te daría el mundo si fuese mío y eso también tienes que saberlo. 
No tengo planes de futuro. No sé ni qué cojones haré mañana, es verdad, pero iría a verte todos los días si así me lo pidieses. Y espero que eso sea suficiente para ti, como lo es para mí el simple hecho de cruzar miradas contigo, compartir mañanas a tu lado y que me dejes rozarte más que el viento. Porque para mí la vida ahora es eso: querer vivirla contigo. Y no importa si mañana me echas de tu casa a patadas. Me iría sin rechistar si así lo mereciese, pero tienes que dejarme intentarlo. Aunque sólo sea por darle a tu corazón un poco de alegría. Déjate llevar una vez más. Y no lo hagas por mí. Hazlo únicamente por ti. Porque mereces volver a ser feliz, mereces que tu corazón dé saltos de nuevo. Y si no hay mariposas en tu estómago ahora, espera a que me presente con ellas en la puerta de tu casa mañana.
Quiero verte. Me da igual el momento. Esperaré hasta que estés lista. Pero déjame hacerlo. Déjate ir. Suéltate. No puedes vivir toda tu vida con miedo, o llegará el día en que no hayas vivido como tenías que hacerlo. 
Quiero verte. Lo necesito. Y tenías que saberlo."

Carta de nadie.

We'll never be those kids again.

viernes, 8 de julio de 2016

Uno de esos días.

Si de algo me he arrepentido en mi vida es de haber perdido oportunidades. De haber visto trenes pasar, sin saber si podrían volver. De no haber aprovechado el mejor momento. De no saber que el mejor momento es siempre el que tenemos delante: es ahora.
Pero, sin embargo, incluso cuando ya he aprendido la lección y he remendado algunos errores, hay días en que cuesta vivir el momento al cien por cien.
Hoy es uno de esos días.
Hoy es uno de esos días que saben a domingo, que huelen a mudanza, que tienen como banda sonora una alarma establecida para sonar a las 8 de la mañana. 
Hay días que se atragantan, que se juntan con ese nudo que tenías en el estómago desde varios días. Y eso sólo lo soluciona el tiempo. Por eso, hay días en los que sabes que es mejor no haberse levantado y, por mucho que lo intentes, no hay momento que valga. Ni Carpe Diem ni nada. Que no. Que hay días que se atascan, que no avanzan, que parece que no dejan a la Tierra girar. Días sin luz, días que se nublan. 
Hoy es uno de esos días.
Un día triste. Así de simple y así de complicado a la vez.
Como cuando el jugador icono de un equipo se marcha a otro tras haber creído que terminaría su carrera en el primero.
Como cuando el cuadro más famoso de un museo, de repente, empieza a envejecer.
Como cuando tu libro favorito deja de desprender ese olor tan característico.
Como cuando desde tu habitación no puedes ver la Luna. 
Como cuando olvidas la voz de aquella persona que siempre querías a tu lado.
Como cuando tú no vuelves y sin embargo siempre estás presente.
Como cuando todos se han marchado.
Como cuando algunos no van a volver.
Como cuando te sientes solo.
Como cuando siempre.
Como cuando nunca.
Como cuando hoy.

Porque hoy es uno de esos días. Pero mañana ya será otro. 


(Ashley Moore)

viernes, 17 de junio de 2016

(Champagne problems).

Chin, chin. 
No sé por qué estoy brindando, si no tenemos nada que celebrar. No sé por qué hoy, no sé por qué ahora. Simplemente se me ha venido tu recuerdo a la cabeza, como de costumbre, y he pensado que, en vez de ahogar mis penas en alcohol y llorar por lo que no fue, voy a sacar a relucir lo bueno y brindar tranquilamente por aquel adiós.
Voy a brindar por lo que vivimos, por lo que sentimos, por lo afortunados que fuimos al tener esta historia. Tres oportunidades por falta de una, y aun así, no supimos hacerlo bien. Qué bien reparte las cartas a veces el destino y qué mal supimos jugarlas. Y aunque nunca se sabe cuándo puede llegar otra partida, todo pasa por algo, ¿verdad? Y por ello, es hora de que empiece a ver el final de nuestra historia como el paso correcto que tuvimos que dar antes que como un drama propio de Shakespeare. Ya vale. Ya está. Hasta aquí.
He pensado que sería buena idea brindar sin ti pero por nosotros. Porque contigo no puedo, aunque sabes perfectamente que te invitaría si pudiese. Te invitaría si fueses a venir. Si por algún motivo supiera que a ti también te parece buena idea esto de brindar por nosotros. Porque tanta confianza es muy difícil de construir y nosotros tuvimos la suerte de hacerlo; la suerte y las ganas. Aunque a veces hacen falta más ganas y más suerte para preservarla con el tiempo. Y eso no lo hicimos tan bien. Pero el caso es que disfrutamos de ello durante muchos años. Y con eso es con lo que debo quedarme. Con las risas que nos echábamos, con los secretos que compartimos, con esas cosas que yo nunca contaré sobre ti y esas cosas que espero que tú nunca cuentes sobre mí; con la amistad, el cariño,  el tiempo compartido, mi vodka y tu ballantines (aunque he oído que ahora pruebas más cosas), con tu música eléctronica y con tu rap, con mi pop y mi R&B, con nuestras canciones. Esas canciones que fueron de los dos en algún momento. Esas que no hablaban de amor, esas que eran pura diversión. Esos chistes entre dos. Esas palabras breves pero acertadas. Esos abrazos que lo curaban todo. Esa complicidad entre miradas. Esos susurros a escondidas. Esa ruptura con las normas. Todos esos momentos que ahora se quedan en el aire y que yo no dejo de recordar, todos esos momentos que yo espero que tú también recuerdes.
He pensado que sería buena idea brindar por algo que mucha gente desearía vivir en su vida, aunque fuese tan sólo una vez, aunque tuviese un final amargo. Lo importante ha sido sentirlo, lo importante fue vivirlo. Y, aunque no sé si tú lo recuerdas tanto (y tan bien) como yo, voy a darle otro trago a este champagne por ti también. Por esa persona que conocí y a la que en algún momento de su vida le importé mucho. Casi tanto como él me importó a mí. Y con eso me quedo.
Chin, chin.